La mayoría de las lesiones se producen como consecuencia de una sobrecarga ejercida sobre una parte del cuerpo (hueso, cartílago, tendón, músculo, etc.) Deja que el cuerpo se adapte progresivamente a los cambios, permitiéndole fortalecer sus estructuras. Este vídeo os explicará como cuantificar el estrés mecánico que aplicamos sobre el esqueleto para así evitar las lesiones.

 

 

 

¿Qué es el estrés mecánico?

 

La herramienta más importante en la prevención y el tratamiento de las lesiones en el corredor es la cuantificación del estrés mecánico.

De hecho, el cuerpo humano se compone de distintos tejidos vivos como el hueso, los músculos, los tendones y los cartílagos. Cuando hacemos una actividad como la carrera a pie, la cual implica una serie de saltos, estos tejidos se estresan por diferentes fuerzas. Estas fuerzas pueden ser de tensión, de compresión y de torsión.

Por supuesto, la actividad física no es la única esfera de la vida dónde se ejerce un estrés sobre los tejidos, también se da el caso en la vida profesional y en las actividades cotidianas. No obstante, el estrés acumulado durante la práctica de un deporte normalmente es más alto que en estos 2 últimos casos. Cuantificar el estrés mecánico es medir el estrés ejercido sobre los tejidos con el objetivo de prevenir el riesgo de lesionarse.

La importancia del estrés que ejercemos y los tejidos que solicitamos es distinta según la actividad deportiva que practiquemos. Efectivamente, si el punto de referencia es la fuerza ejercida sobre el tendón de Aquiles, es una apuesta segura escoger la natación como actividad para que el nivel de estrés que le apliquemos sea casi nulo. Sin embargo, en el otro extremo se encuentran los saltos explosivos y las pliometrías, los cuales son altamente estresantes. La bicicleta, por su parte, manifiesta un nivel de estrés muy bajo. Finalmente, la carrera a pie muestra signos de un estrés importante, pero variable en función, principalmente, del factor velocidad: a mayor velocidad, mayor va a ser la fuerza ejercida sobre los tejidos.

 

 

Los extremos raramente son deseables

 

Una manera gráfica de representar la cantidad de estrés mecánico acumulado cotidianamente en el tiempo es la de formar una curva en la que los puntos corresponden al estrés mecánico provocado sobre el cuerpo por las diferentes actividades.

Tomemos como ejemplo un caso típico dónde el estrés ejercido varía según el uso del tiempo. El domingo, un deportista se ha quedado en la cama todo el día. El lunes siguiente, sigue inactivo, pero sus actividades cotidianas implican caminar por casa e ir a trabajar. Después, como respuesta a un dolor, prefiere tomarse unos días de reposo. Estos últimos seguramente sean deseables para evitar que se agrave una lesión aguda, sin embargo, situarse de forma regular en esta “zona de reposo” es peligroso. De hecho, es en este estado de inactividad en el que el cuerpo comienza a fragilizarse y se va volviendo poco a poco más vulnerable a las lesiones.  

Tomemos ahora una curva inversa. El domingo, la intensidad del deporte practicado es importante. En realidad, es tan importante que ha sobrepasado la capacidad máxima del cuerpo y este deportista se encuentra momentáneamente en una zona de riesgo. Si persiste y mantiene la misma intensidad de actividad, corre el riesgo de crear una irritación o una inflamación sobre unos tejidos que ya son menos tolerantes al estrés mecánico. El cuerpo está bien diseñado, hay numerosos signos que nos van a indicar que hemos llegado a la capacidad máxima de adaptación. De hecho, el dolor que aparece durante o después de la práctica deportiva es un primer indicio de que estamos solicitando al cuerpo por encima de sus límites. Finalmente, la rigidez matinal y el hinchazón son otros signos que nos indican que el reposo va a ser aconsejable.

 

 

La clave para evitar las lesiones: cuantificar el estrés

 

Resumiendo, lo ideal es estresar mínimamente el cuerpo con el fin de crear la adaptación, y hacerlo sin sobrepasar el límite máximo de adaptación. Manteniéndonos continuamente en esta zona intermedia el cuerpo se adapta al estrés y también aumenta su tolerancia. Las estructuras se fortalecen y nos permiten aumentar la intensidad de la práctica deportiva sin exponerse a las lesiones.

La cuantificación del estrés mecánico se aplica tanto en prevención como en las lesiones agudas. Por el contrario, si se trata de una condición crónica, podemos permitir el dolor sin que se sobrepase la capacidad máxima, en este caso deberíamos consultar con un profesional de la salud.

Otra variable a considerar: la capacidad máxima de adaptación no es una línea estática. En efecto, los factores que pueden influenciar su posición son numerosos y diversos. La fatiga, el estrés psicológico y la ansiedad son algunos factores que pueden hacer disminuir la tolerancia del cuerpo, aumentar su vulnerabilidad y hacer que al cuerpo le cueste más curarse. Por el contrario, estar activo, contento y descansado facilitan las adaptaciones del cuerpo.

 

¡He aquí lo que es la cuantificación del estrés mecánico!

 

¿La moral de la historia? El cuerpo se adapta en la medida que el estrés aplicado no sea más grande que su capacidad de adaptación. Cuantificar cotidianamente el estrés mecánico aplicado sobre tu cuerpo es la mejor manera de evitar las lesiones.  ¡Aquí os dejamos una herramienta educativa que os ayudará a conseguirlo!